BIENVENIDO AL BLOG DE LOS DEVOTOS DE LA DIVINA MISERICORDIA - GRUPO DE ORACIÓN DE LA PALMA DEL CONDADO - HUELVA - ESPAÑA

sábado, 29 de septiembre de 2012

“Hay mayor felicidad en dar que en recibir” Hechos 20, 35


No se trata de un simple llamamiento moral, ni de un mandato que llega al hombre desde fuera. La inclinación a dar está radicada en lo más hondo del corazón humano: toda persona siente el deseo de ponerse en contacto con los otros, y se realiza plenamente cuando se da libremente a los demás.

Nuestra época está influenciada, lamentablemente, por una mentalidad particularmente sensible a las tentaciones del egoísmo. Tanto en el ámbito social, como en el de los medios de comunicación, la persona está a menudo acosada por mensajes que exaltan la cultura de lo efímero y lo hedonístico. Se incentiva cada vez más el deseo de acumular bienes. Sin duda, es natural y justo que cada uno, a través del empleo de sus cualidades personales y del propio trabajo, se esfuerce por conseguir aquello que necesita para vivir, pero el afán desmedido de posesión impide a la criatura humana abrirse al Creador y a sus semejantes. La explotación del hombre, la indiferencia por el sufrimiento ajeno, la violación de las normas morales, son sólo algunos de los frutos del
ansia de lucro.
Frente al triste espectáculo de la pobreza permanente que afecta a gran parte de la población mundial, ¿cómo no reconocer que la búsqueda de ganancias a toda costa y la falta de una activa y responsable atención al bien común llevan a concentrar en manos de unos pocos gran cantidad de recursos, mientras que el resto de la humanidad sufre la miseria y el abandono? …es necesario buscar…la mejoría de las condiciones de vida de todos. Sólo sobre este fundamento se podrá construir un orden internacional realmente marcado por la justicia y solidaridad, como es deseo de todos.
El esfuerzo del cristiano por promover la justicia, su compromiso de defender a los más débiles, su acción humanitaria para procurar el pan a quién carece de él, por curar a los enfermos y prestar ayuda en las diversas emergencias y necesidades, se alimenta del particular e inagotable tesoro de amor que es la entrega total de Jesús al Padre…
San Agustín observa que sólo Dios, el Sumo Bien, es capaz de vencer las miserias del mundo. Por tanto, de la misericordia y el amor al prójimo debe brotar una relación viva con Dios y hacer constante referencia a Él, ya que nuestra alegría reside en estar cerca de Cristo (El Hijo de Dios nos ha amado primero, “siendo nosotros todavía pecadores”, (Romanos 5, 8), sin pretender nada, sin imponernos ninguna condición a priori.
Frente a esta constatación, ¿cómo no ver en la Cuaresma la ocasión propicia para hacer opciones decididas de altruismo y generosidad? Como medios para combatir el desmedido apego al dinero, este tiempo propone la práctica eficaz del ayuno y la limosna. Privarse no sólo de lo superfluo, sino también de algo más, para distribuirlo a quien vive en necesidad, contribuye a la negación de sí mismo, sin la cual no hay auténtica praxis de vida cristiana. Nutriéndose con una oración incesante, el bautizado demuestra, además, la prioridad efectiva que Dios tiene en la propia vida.
El hombre de hoy, a menudo insatisfecho por una existencia vacía y fugaz, y en búsqueda de la alegría y el amor auténticos, Cristo le propone su propio ejemplo, invitándolo a seguirlo. Pide a quién le escucha que desgaste su vida por los hermanos…

Juan Pablo II. Mensaje para la Cuaresma 2003.

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