BIENVENIDO AL BLOG DE LOS DEVOTOS DE LA DIVINA MISERICORDIA - GRUPO DE ORACIÓN DE LA PALMA DEL CONDADO - HUELVA - ESPAÑA

viernes, 28 de febrero de 2014

Castidad –1. gran virtud...Padre Iraburu

Fuente:  http://infocatolica.com/blog/reforma.php/1402100934-258-castidad-1-gran-virtud
–Venga; léanos la cartilla.
–Falta hace… Y luego no podrán decir, «es que nadie nos ha hablado de la castidad».
La castidad cristiana es una virtud sobrenatural que evangeliza en la caridad la tendencia sexual, tanto en lo afectivo como en lo físico. Ella suscita el pudor, «la prudencia de la castidad», como decía Pío XII: «El pudor advierte el peligro inminente, impide el exponerse a él e impone la fuga de aquellas ocasiones a las que se hallan expuestos los menos prudentes» y los menos castos (enc. Sacra virginitas 1954, 28). Varios artículos sobre el pudor pueden verse en este mismo blog: (10), (11), (12), (180-2), (180-3).
La sexología moderna apenas sirve de nada para el conocimiento de la castidad; digámoslo ya desde el principio. Pues cuando, por ejemplo, A. Kinsey, W. H. Masters-V. Johnson, G. Zwang, estudian el impulso sexual humano, consideran normal, o más aún natural, todo aquello que aparece como conducta mayoritaria entre los hombres observados. Las consecuencias a que llegan estos estudios son previsibles, si tenemos en cuenta que la mayoría de los individuos observados son hombres adámicos, carnales y pecadores.
No es la castidad la principal de las virtudes, por supuesto. Pertenece a la virtud de la templanza, que en la escala de las cuatro virtudes cardinales –prudencia, justicia, fortaleza y templanza– suele considerarse como el peldaño más bajo. Pero si es el más bajo de la escala, es el primero. Y si uno tropieza por la lujuria en ese primer escalón, se cierra a sí mismo la posibilidad de ascender por la escala de la perfección. Es fácil que el lujurioso, si no lucha contra su vicio, deje la oración –Dios no le sabe a nada–, se aleje de los sacramentos en su condición de pecador, ofenda la verdadera caridad fraterna, a veces muy gravemente, y destroce así su vida cristiana.
Tampoco, por supuesto, es la lujuria el más grave pecado, pero sí es la más grave quiebra de la virtud de la templanza (STh II-II,151,4 ad 3m). Y es un vicio capital, esto es, cabeza de otros muchos males: egoísmo, avidez del mundo, olvido de Dios y de la esperanza del cielo, obscurecimiento del juicio, debilitación de la voluntad, inconstancia, vanidad, infidelidad, mentira, etc. (II-II,153,4-5; 53,6).
La lujuria, en cualquiera de sus pésimas modalidades, es rechazada con energía por la sagrada Escritura. «Ni fornicarios, ni idólatras, ni adúlteros, ni afeminados, ni sodomitas… herederán el reino de Dios» (1Cor 6,9-10). Los fornicarios, en efecto, son