Asegura que necesitamos la presencia de Dios "más que cualquier otra cosa"
"No se puede prescindir de orar, en especial en el momento de la prueba y en las dificultades"
Redacción, 01 de agosto de 2012 a las 12:48
Muchas veces reconocemos el bien, pero no somos capaces de hacerlo. Con la oración, lo conseguimos
El Papa dedicó su primer reencuentro con fieles de todo el mundo, en el ángelus desde Castelgandolfo, a la figura de san Alfonso María de Ligorio,
«uno de los santos más populares del siglo XVIII por su estilo sencillo
e inmediato y por su doctrina alegre sobre el sacramento de la
Penitencia frente al rigorismo de los jansenistas».
La figura del gran Obispo y Doctor de la Iglesia, fundador de los Padres Redentoristas,
ha sido recordada a través de uno de sus más importantes escritos, "El
gran medio de la Oración", un tratado en el que el santo que vivió en el
Siglo XVIII y nació en Nápoles nos muestra la potencia salvífica de rezar.
En esta Ocasión el Pontífice ha subrayado una vez más la importancia
de la oración en nuestra vida, haciendo suyas las palabras del santo «Quien ora se salva, quien no ora se condena»
pues como solía recordar San Alfonso, con la oración, la salvación es
segura y fácil, ya que la misericordia de Dios Padre es infinita y está
ahí, y solamente hay que acceder a ella a través del diálogo personal e
íntimo de la oración.
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy se celebra la memora litúrgica de San Alfonso María Ligorio,
Obispo y Doctor de Iglesia, fundador de la Congregación del Santísimo
Redentor, redentoristas, patrono de los estudiosos de teología moral y
de los confesores. San Alfonso es uno de los santos más populares del
siglo XVIII, por su estilo sencillo e inmediato y por su doctrina sobre
el sacramento de la Penitencia: en un período de gran rigorismo, fruto
de la influencia jansenista, él recomendaba a los confesores de
administrar este Sacramento manifestando el abrazo gozoso de Dios Padre
que en su misericordia infinita no se cansa de recibir al hijo
arrepentido.
La celebración de hoy nos ofrece la ocasión para
detenernos en las enseñanzas de San Alfonso sobre la oración, más que
nunca preciosas llenas de inspiración espiritual. Data del año 1759 su
tratado El gran medio de la Oración, que él consideraba el más útil
entre todos sus escritos. En efecto, describe a la oración como «el
medio necesario y seguro
para obtener la salvación y todas las gracias de las cuales tenemos
necesidad para conseguirla» (introducción). En esta frase está
sintetizado el modo Alfonsiano de entender la oración.
Antes que nada, diciendo que es un medio, nos llama con el fin de
alcanzar: Dios nos ha creado por amor, para podernos donar la vida en
plenitud; pero esta meta, la vida en plenitud, a causa del pecado se ha,
por así decirlo, alejado, todos lo sabemos, y solo la gracia de Dios la
puede hacer accesible. Para explicar esta verdad basilar y hacer
comprender con rapidez cómo sea real para el hombre el peligro de
"perderse", San Alfonso había acuñado una famosa máxima muy elementar
que dice: «Quien ora se salva, quien no ora se condena». Como comentario
de esta frase lapidaria, añadía: «Sin oración cosa muy difícil es que
nos podamos salvar; tan difícil que, es del todo imposible... con la
oración, la salvación es segura y fácil» (II, Conclusión).
Y aún dice: «Pensemos que, si no rezamos, ninguna excusa podremos
alegar, porque Dios a todos da la gracia de orar... si no nos salvamos,
culpa nuestra será. Y la causa de nuestra infinita desgracia será una
sola: que no hemos rezado» (ibíd.). Diciendo por lo tanto que la oración
es un medio necesario, San Alfonso quería hacer comprender que en cada
situación de la vida no se puede prescindir de orar, en especial en el
momento de la prueba y en las dificultades. Siempre debemos llamar
confiadamente a la puerta del Señor, sabiendo que en todo Él cuida de
sus hijos, de nosotros. Por esto, estamos invitados a no temer de acudir
a Él y presentarle confiados nuestras peticiones, con la certeza de
obtener aquello de lo cual tenemos necesidad.
Queridos amigos, esta es la cuestión central: ¿Qué cosa
es verdaderamente necesario en mi vida? Respondamos con san Alfonso: «La
salud y todas las gracias que para ella se necesitan» (ibíd.),
naturalmente entendiendo no solo la salud del cuerpo,
sino sobre todo también aquella del alma, que Jesús nos dona. Más que
de cualquier otra cosa tenemos necesidad de su presencia liberadora que
hace verdaderamente humano, y por ello colmado de gozo nuestro existir. Y
solo mediante la oración podemos recibirlo a Él, su Gracia, que,
iluminándonos en cada situación, nos hace discernir el verdadero bien y,
fortificándonos, hace eficaz también nuestra voluntad, es decir la hace
capaz de actuar el bien conocido. Muchas veces reconocemos el bien,
pero no somos capaces de hacerlo. Con la oración, lo conseguimos. El
discípulo del Señor sabe de estar siempre expuesto a la tentación y para
vencerla no deja de pedir ayuda a Dios en la oración.
San Alfonso reporta el ejemplo de San Felipe Neri, muy interesante,
que «Imitemos a San Felipe, el cual apenas despertaba por la mañana
decía al Señor: Señor, no dejéis hoy de la mano a Felipe, porque si no,
este Felipe os va a hacer alguna trastada» (III, 3). Grande realista,
pide a Dios de posar su mano sobre él. También nosotros, conscientes de
nuestra debilidad, debemos pedir el auxilio de Dios con humildad,
confiando en la riqueza de su misericordia. En otro pasaje dice San
Alfonso: «Nosotros somos pobres de todo, pero si pedimos ya no somos
pobres... Si nosotros somos pobres, Dios es rico» (II, 4).
Y, sobre la huella de San Agustín, invita a cada
cristiano a no tener temor de procurarse de Dios, con las oraciones,
aquella fuerza que no tiene, y que le es necesaria para hacer el bien,
con la certeza de que el Señor no niega su ayuda a quien le reza con
humildad (cfr. III, 3). Queridos amigos, San Alfonso nos recuerda que la
relación
con Dios es esencial en nuestra vida: sin la relación de Dios falta la
relación fundamental y la relación de Dios se realiza en el hablar con
Dios, en oración personal cotidiana y con la participación en los
Sacramentos, y así esta relación puede crecer en nosotros; puede crecer
en nosotros la presencia divina que dirige nuestro camino, lo ilumina y
lo hace seguro y sereno, también en medio de las dificultades y
peligros. Gracias.
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