Extracto del mensaje del Papa Benedicto XVI para la 46
Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales a celebrar el 20 de mayo de 2012
bajo el lema “Silencio y Palabra: Camino de evangelización”
El valor del silencio
1.- El silencio es parte integrante de la comunicación y sin
él no existen palabras con densidad de contenido.
2.- En el silencio escuchamos y nos conocemos mejor a
nosotros mismos; nace y se profundiza el pensamiento, comprendemos con mayor
claridad lo que queremos decir o lo que esperamos del otro; elegimos cómo
expresarnos.
3.- Callando se permite hablar a la persona que tenemos
delante, expresarse a sí misma; y a nosotros no permanecer aferrados sólo a
nuestras palabras o ideas, sin una oportuna ponderación.
4.- Se abre así un espacio de escucha recíproca y se hace
posible una relación humana más plena.
5.- En el silencio, por ejemplo, se acogen los momentos más
auténticos de la comunicación entre los que se aman: la gestualidad, la
expresión del rostro, el cuerpo como signos que manifiestan la persona.
6.- En el silencio hablan la alegría, las preocupaciones, el
sufrimiento, que precisamente en él encuentran una forma de expresión
particularmente intensa.
7.- Del silencio, por tanto, brota una comunicación más
exigente todavía, que evoca la sensibilidad y la capacidad de escucha que a
menudo desvela la medida y la naturaleza de las relaciones.
8.- Allí donde los mensajes y la información son abundantes,
el silencio se hace esencial para discernir lo que es importante de lo que es
inútil y superficial.
9.- Una profunda reflexión nos ayuda a descubrir la relación
existente entre situaciones que a primera vista parecen desconectadas entre sí,
a valorar y analizar los mensajes; esto hace que se puedan compartir opiniones
sopesadas y pertinentes, originando un auténtico conocimiento compartido.
10.- El silencio es precioso para favorecer el necesario
discernimiento entre los numerosos estímulos y respuestas que recibimos, para
reconocer e identificar asimismo las preguntas verdaderamente importantes.
11.- El silencio que, a veces, puede ser más elocuente que
una respuesta apresurada y que permite a quien se interroga entrar en lo más
recóndito de sí mismo y abrirse al camino de respuesta que Dios ha escrito en
el corazón humano.
12.- No sorprende que en las distintas tradiciones
religiosas, la soledad y el silencio sean espacios privilegiados para ayudar a
las personas a reencontrarse consigo mismas y con la Verdad que da sentido a
todas las cosas.
13.- El Dios de la revelación bíblica habla también sin
palabras: "Como pone de manifiesto la cruz de Cristo, Dios habla por medio
de su silencio. El silencio de Dios, la experiencia de la lejanía del
Omnipotente y Padre, es una etapa decisiva en el camino terreno del Hijo de
Dios, Palabra encarnada...
14.- El silencio de Dios prolonga sus palabras precedentes.
En esos momentos de oscuridad, habla en el misterio de su silencio"
(Exhort. ap. Verbum Domini, 21). En el silencio de la cruz habla la elocuencia
del amor de Dios vivido hasta el don supremo. Después de la muerte de Cristo,
la tierra permanece en silencio y en el Sábado Santo, cuando "el Rey está
durmiendo y el Dios hecho hombre despierta a los que dormían desde hace
siglos" (cf. Oficio de Lecturas del Sábado Santo), resuena la voz de Dios
colmada de amor por la humanidad.
15.- Si Dios habla al hombre también en el silencio, el
hombre igualmente descubre en el silencio la posibilidad de hablar con Dios y
de Dios. "Necesitamos el silencio que se transforma en contemplación, que
nos hace entrar en el silencio de Dios y así nos permite llegar al punto donde
nace la Palabra, la Palabra redentora".
16.- La contemplación silenciosa nos sumerge en la fuente
del Amor, que nos conduce hacia nuestro prójimo, para sentir su dolor y ofrecer
la luz de Cristo, su Mensaje de vida, su don de amor total que salva.
17.- En la contemplación silenciosa emerge asimismo, todavía
más fuerte, aquella Palabra eterna por medio de la cual se hizo el mundo, y se
percibe aquel designio de salvación que Dios realiza a través de palabras y
gestos en toda la historia de la humanidad.
18.- La pregunta fundamental sobre el sentido del hombre
encuentra en el Misterio de Cristo la respuesta capaz de dar paz a la inquietud
del corazón humano. Es de este Misterio de donde nace la misión de la Iglesia,
y es este Misterio el que impulsa a los cristianos a ser mensajeros de
esperanza y de salvación, testigos de aquel amor que promueve la dignidad del hombre
y que construye la justicia y la paz.
19.- Palabra y silencio. Aprender a comunicar quiere decir
aprender a escuchar, a contemplar, además de hablar, y esto es especialmente
importante para los agentes de la evangelización.
20.- Silencio y palabra son elementos esenciales e
integrantes de la acción comunicativa de la Iglesia, para un renovado anuncio
de Cristo en el mundo contemporáneo.
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