El diablo es mentiroso y homicida.
Así
lo afirma Jesús en una predicación a los judíos. Viendo la hostilidad
con que le escuchan, hace en público esta declaración: «¿Por qué no
reconocéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi palabra. Vosotros
sois de vuestro padre el diablo y queréis cumplir los deseos de vuestro
padre. Él es homicida desde el principio y no se mantuvo en la verdad porque no hay verdad en él. Cuando dice la mentira, habla de lo suyo, porque es mentiroso y padre de la mentira» (Jn 8,43-44).
El diablo en el aborto miente y mata.
El diablo miente primero. A
todos los hombres, gobiernos, partidos políticos, intelectuales,
legisladores, que en mayor o menor grado están bajo su influjo, les hace
creer y difundir diversas mentiras. El aborto es un derecho de la
mujer. Un derecho inalienable, que el Estado debe asegurar y financiar
en su ejercicio. La mujer tiene derecho a disponer de su propio cuerpo, y
ese derecho incluye el de abortar. El ente concebido en el seno de
la
mujer es un ser viviente, pero no consta que sea un ser humano. La ley
moral cristiana está vigente para los cristianos, pero no puede
imponerse a toda una nación, en la que muchos no son cristianos. Una ley
abortista es aceptable si es menos permisiva que otra peor, antes
vigente o establecida en otras naciones. El aborto es una exigencia de
la paz social. Y no puede ser evitado por una mejora en la atención a la
mujer embarazada, ni tampoco por una facilitación legal de la adopción.
Ante el daño fisico o psicológico que puede en determinadas
circunstancias sufrir una mujer a causa de su embarazo, su derecho a la
salud ha de prevalecer sobre el derecho que el feto tiene a vivir, a que
no lo maten.
El diablo mata después. La mentira hace legal y moralmente lícito el homicidio. En España, a partir de la ley abortista de 1985
hasta la ley de 2010, se produjeron 1.600.000 abortos legales, que en
el 97% de los casos eran justificados por el daño psicológico previsible
en la madre –mejor dicho, en la mujer–. En 2001, en números
redondos, los abortos anuales eran ya 70.000. Y la cifra fue aumentando
en los años siguientes: 2002 (77.000), 2003 (80.000), 2004 (85.000),
2005 (92.000), 2006 (102.000), 2007 (112.000), 2008 (115.000), 2009
(111.000), 2010 (113.000). En la ley de 2010 se declara «el derecho al aborto»,
y ya los abortos no son exigidos por riesgo de la salud de la mujer,
sino que en un 90% de los casos, por simple petición suya: es un
derecho, asegurado y financiado por el Estado. Los abortos en 2011 son
(118.000) y en 2012 (112.000). Y hay que hacer notar que en todos estos
años las cifras han sido similares cuando al frente del Gobierno
nacional o de las diversas Autonomías estaban políticos socialistas o populares.
Por otra parte, la generalización de la píldora postcoital y de otros
modos abortistas similares va haciendo prácticamente imposible la
contabilización estadística de los abortos.
La ley abortista proyectada para 2014
vuelve a permitir el aborto ante el riesgo físico o psicológico de la
mujer. Siendo este supuesto en un 97% de los casos el «justificante»
durante muchos años de esa enorme cifra de abortos en la nación, todo
hace pensar que la matanza de los inocentes continuará más o menos igual
en los próximos años. Las autoridades políticas que entonces hubieran
podido evitar un fraude de ley que era evidente y habitual –certificados
falsos de médicos deshonestos–, no lo hicieron. Y como son ellos mismos
los que habrán de aplicar la ley abortista de 2014, lo más probable es
que tampoco ahora evitarán el fraude de ley, y seguirá la matanza. No es
éste «un juicio temerario». Ya sabemos lo que de ellos se puede
esperar.
Toda ley abortista, sea de plazos o de
supuestos, es diabólica, porque es mentirosa y homicida, ya que autoriza
el homicidio en el aborto. Dios nuestro Señor, Creador de los
hombres y del universo, ordena: «no matarás». Y el diablo, enemigo del
Creador y de la creación, dice al hombre: «sabe Dios que el día que
comáis de él [del árbol prohibido por Dios] se os abrirán los ojos, y
seréis como Dios en el conocimiento del bien y del mal». Es decir,
vosotros mismos decidiréis qué es lo bueno y qué lo malo (Gén 3,5).
El diablo, enemigo del hombre, es mentiroso y homicida, y lleva a la muerte y al infierno. Jesucristo, el Salvador del hombre, es la verdad y la vida, y lleva a la vida y al cielo.
José María Iraburu, sacerdote
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