María y la preparación a la Navidad en la Tradición Bizantina
En las vísperas de la fiesta de san Nicolás la tradición
bizantina enserta este tropario de la Madre de Dios: «Prepárate, oh gruta: porque viene la
cordera, que porta en su seno a Cristo. Recibe, oh cuna, a aquél cuya palabra
nos ha librado a los que vivimos en la tierra de nuestro obrar contra la razón.
Pastores que pernoctáis en los campos, testimoniad el tremendo prodigio. Y vosotros,
magos de Persia, ofreced al rey oro, incienso y mirra: porque se ha manifestado
el Señor por medio de la Virgen Madre. Inclinándose ante él como sierva, la
madre lo ha adorado, diciéndole al que llevaba en sus propios brazos: ¿Cómo has
sido sembrado en mí? O ¿cómo en mí te has engendrado, mi redentro y mi Dios?»
Las diversas figuras que aparecen en el texto, se
convierten en figuras de otra realidad. Así, decir a la gruta “prepárate” es
decirselo a la Iglesia, de la cual la gruta es figura. Para acoger a Cristo, el
cordero, portado por su madre, la cordera, título relacionado con la maternidad
divina de María. A los pastores, que pernoctan en los campos, en la soledad, el
tropario les pide que se conviertan en testigos del misterio, pasando del
aislamiento a la comunión. La conclusión se centra en María, con una confesión
de fe muy clara, que afirma cómo el Señor se aparece y se manifiesta “por medio
de la Virgen madre”.
En la tercera parte del tropario se percibe la dimensión
comunitaria del texto: todos nosotros nos unimos en la alabanza al Señor y a
Joaquín y Ana. En el centro de todo el texto está Cristo, ternero cebado
inmolado que otorga la gran y copiosa misericordia de Dios. Él está en el
centro de nuestra fe. María, de la cual celebramos la concepción, es la
ternera, el instrumento del cual Dios se sirve para traer al mundo al
Salvador. Joaquín y Ana son el matrimonio venerable, gozosos en el silencio.
Los textos de la liturgia del periodo que preceden a la
Navidad nos acercan a uno de los misterios centrales de nuestra fe. Nos toca
estar atentos a la Palabra de Dios que cada día, como una gota de agua sobre la
roca, prepara nuestro corazón.
(Publicado por Manuel Nin en l'Osservatore Romano el 8 de didiembre de 2012;
traducción del original italiano: Salvador Aguilera López)
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