El que fuera Director de la editorial Edibesa, el P. José Antonio Martínez Puche, se encuentra como Director espiritual en el Seminario de Abidjan
(Costa de Marfil). En la noche del 2 al 3 de diciembre pasado sufrió el
Seminario un asalto a mano armada perpetrado por 3 jóvenes que robaron
lo que estuvo a su alcance e hirieron a varias de las personas que allí
se encontraban.
Entre empujones y golpes pasaron 3 horas de la noche del 2 al 3 del
pasado diciembre los seminaristas, formadores, el Rector y el Director
Espiritual del Seminario “Redemptoris Mater” de Yopougan-Abidjan, en Costa de Marfil.
Lo que podría haber sido una noche tranquila en aquella nación
africana se tornó tormento y sufrimiento cuando 3 jóvenes de unos 25
años irrumpieron en una de las instalaciones que tiene el Seminario
católico de aquella ciudad marfileña.
Eran las 23:15 del pasado 2 de diciembre cuando Fray José Antonio
Martínez Puche se encontraba en los alrededores del Seminario. Unos
individuos lo abordaron y le obligaron a entrar en sus instalaciones con
intenciones no precisamente santas.
Buscaban dinero. Sin embargo, como es de imaginar, un Seminario en
África no suele ser un lugar donde abunde al vil metal y, salvo unas
pequeñas cantidades del mismo poco más pudieron robar. Sin embargo
aprovecharon para arramblar con todo lo que de valor encontraron. Así,
se llevaron los relojes de los presentes, los móviles y los ordenadores
personales de cada uno de los que allí estudian o enseñan además de los
propios del Seminario.
Pero como el Mal tiene sus formas de hacer las cosas, aquellas horas,
3, que pasaron, seguramente, como si de siglos se trataran, fueron de
no poco sufrimiento y prueba de hasta dónde puede llegar la confianza en
Dios de parte de unos creyentes, pastores unos y otros en vías de
serlo. Por eso maltrataron físicamente a dos seminaristas (entre ellos
hay dos españoles) además de al Rector, a la sazón el P. Thomas Kubala,
de nacionalidad polaca, pues no encontraron todo el dinero que esperaban
encontrar.
¿Y, mientras tanto, qué hacían las víctimas del atraco?
Como se espera de unos cristianos cabales y de criterio, no se
dedicaron a enfrentarse a los atracadores. No. Actuaron como suelen
hacerlo quienes saben lo que son: oraron y pidieron a Dios por la
especial situación por la que estaban pasando. Por ejemplo, el P. Thomas
no cesaba de repetir “Señor, guarda la vida de los seminaristas, guarda la vida de los seminaristas” porque es lógico que imaginara que su vida, en manos de aquellos asaltantes, valía más bien poco.
En el colmo de la falta de corazón, la avaricia y el egoísmo, los
atracadores se hicieron, también, con un rosario de oro que había
recibido un seminarista de Camerún como regalo especial de su hermana
para cuando recibiera los ministerios previos al diaconado. El caso es
que tanto el rosario como el cuerpo sin vida de su hermana llegaron el
mismo día de la celebración para la que había pensado tal regalo. Y al
ruego de parte del seminarista de que no se lo llevaran, uno de los
asaltantes respondió amenazándole de muerte.
Estuvieron en un tris de morir porque, por ejemplo, uno de los
asaltantes apuntó al Rector del Seminario en la sien y dijo, en francés,
“uno, dos y tres” con intención, a lo mejor, de quitarle allí mismo la vida.
Las cosas, sin embargo, no fueron a más porque los atracadores
salieron del Seminario con el botín que habían conseguido y dejaron,
allí mismo, a las víctimas de su delito, dando gracias a Dios por
haberles hecho pasar aquel trago de la mejor forma posible.
Demuestra, sin embargo, la hombría de bien de los que sufrieron el
atraco el hecho de que en los días posteriores al asalto, tanto
seminaristas como formadores pidieron a Dios por los asaltantes y por
sus familias porque, de verdad, necesitaban el auxilio del Creador.
Eleuterio Fernández Guzmán