Bienaventurados
los pobres de espíritu
Por dejarnos llevar de la pasión del dinero y del ansia de ser, poseer
y disfrutar por encima de los demás; por nuestra resistencia a compartir con
los menos favorecidos nuestros bienes de toda clase.
Bienaventurados
los mansos
Por nuestras iras y animosidades; nuestra colaboración a mantener los
odios, crear rencillas, alimentar antipatías e intolerancias contra los que no
piensan como nosotros; por nuestros deseos de revancha y falta de generosidad
para olvidar y perdonar de corazón, para responder al mal con el bien.
Bienaventurados
los que lloran
Por nuestra rebeldía contra el dolor, la enfermedad, las dificultades
y las pruebas y nuestra ceguera para descubrir en ellas la parte que nos
corresponde de la cruz del
Señor; por nuestra dureza de corazón para reconocer nuestros pecados personales y colectivos y nuestra desidia para hacer penitencia por ellos.
Señor; por nuestra dureza de corazón para reconocer nuestros pecados personales y colectivos y nuestra desidia para hacer penitencia por ellos.
Bienaventurados
los que tienen hambre y sed de justicia
Por nuestra negligencia respecto a nuestros deberes y compromisos con
Dios, con la iglesia y nuestra conciencia religiosa, personal y comunitaria;
por nuestra pereza en la tarea de construir un mundo nuevo más de acuerdo con
el Evangelio; por escamotear nuestro apoyo moral y efectivo a los marginados y
oprimidos o necesitados de nuestra ayuda.
Bienaventurados
los misericordiosos
Por nuestra insensibilidad ante los sufrimientos ajenos, nuestra
resistencia para compartirlos, nuestra falta de generosidad para aliviarlos
eficazmente; por nuestra dureza para criticar a los demás, por nuestros
dogmatismos e intransigencias para la justa libertad ajena, por nuestros
rencores y juicios temerarios; por nuestra mezquindad de mente y corazón.
Bienaventurados
los limpios de corazón
Por nuestra torpeza culposa, para descubrir las trampas del mundo, del
demonio y de la carne; por nuestra frivolidad personal y colectiva; por nuestra
contribución a la marea de erotismo y ansia de placer; por nuestra falta de
firmeza para luchar contra el egoísmo propio y ajeno, las faltas de honestidad
personal y comunitaria.
Bienaventurados
los que trabajan por la paz
Por nuestra desidia para buscar los verdaderos caminos de
reconciliación personal con el Señor; con la Iglesia y con las personas de nuestro
entorno; por nuestra resistencia a comprometernos en favor de la justicia y la
paz a todas las escalas y niveles; por nuestra inhibición ante la organización
de la injusticia, la violencia, el tráfico y consumo de drogas, la carrera de
armamentos, las guerras y guerrillas, la pornografía, la explotación de hombres
y pueblos.
Bienaventurados
los que padecen persecuciones a causa de la justicia
Por nuestras cobardías personales y comunitarias para salir en defensa
de los oprimidos, marginados o injustamente perseguidos; por nuestra falta de
energía y perseverancia junto a los pobres ante las dificultades que les
presentan las estructuras injustas; por nuestros respetos humanos y evasiones a
la hora de comprometer nuestra situación personal o social a favor de una
empresa noble, ante el temor de que nos acarreará persecución, impopularidad,
daños y perjuicios.
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