El lenguaje teológico-pastoral del progre (o modernista, que es en
realidad lo mismo) se caracteriza sobre todo por la ambigüedad y la
manipulación de los axiomas para tergiversar el sentido último de los
mismos. Un ejemplo muy claro es la explicación progre sobre la
existencia del Infierno, dogma de Fe definido por la Iglesia Católica y
fundamentado, como todo dogma, en la Palabra de Dios ya que Cristo lo
anuncia en los Evangelios en más de veinte ocasiones. Veamos la teoría
modernista sobre el Infierno.
El modernista no niega la existencia del infierno: afirma su
existencia. Y con ese previo se protege de ser acusado de negar un dogma
de fe. La cuestión es que en realidad NIEGA en el fondo lo que AFIRMA
en la forma. Y para ello la teología progre desarrolla una triple
concreción:
1: El Infierno existe, pero está VACÍO. Este primer apunte se basa especialmente en la teología de Von Balthasar.
2: El Infierno existe, pero es intrahistórico (vocablo procedente de
la literatura de Unamuno). Este segundo apunte bebe de la teología de la
liberación sobre todo. “Si quieres visitar el infierno vete al tercer
mundo”…..dicen los progres.
3: El Infierno existe, pero es personal. Aquí nos encontramos con el
psicologismo y su influencia en la teología en aras a vaciar la
trascendencia de la misma. “Si quieres visitar el
infierno, vete a ver a
personas que viven al borde del suicidio”….siguen diciendo los progres.
Desde esta triple “invitación” a considerar el infierno como
realidad, la teología progre puede presumir de no ser disidente del
magisterio y a la vez ofrecer un “consuelo” al cristiano que le sirva
para no tener “temor” a un Dios misericordioso. Si se une esto a la
“doctrina” filoprotestante de la gratuidad salvífica (o sea que todos
nos salvamos por la fe, no por las obras), entonces desde este triángulo
teórico se puede anular toda predicación del infierno desde la Sana
Tradición Católica. Pero veamos ahora la respuesta que desde la Verdad,
que es Cristo y su Cuerpo Místico, se puede y debe dar a toda esta
teoría modernista:
* Afirmar que el infierno existe y está vacío supone, por un lado,
negar la existencia de los demonios (ángeles que se rebelaron contra
Dios) que “habitan” en el infierno desde esa desobediencia. Pongo
“habitan” entre comillas para que nadie pueda jugar ahora con el
concepto de habitabilidad eterna. De hecho Juan Pablo II, pronto
canonizado, enseñaba que el infierno es sobre todo un “estado del alma
condenada”. Así que de momento se incurre en la negación de una verdad
de fe: la existencia de los ángeles. Y por otro lado, supone la
contradicción de un Dios (que es AMOR) capaz de crear algo tan horrible.
Si no hubiera pecado, ni de los ángeles ni de los hombres, NO habría
infierno ya que el infierno es consecuencia del rechazo hacia Dios. Por
tanto esta afirmación del infierno vacío carece de toda consistencia y
verdad.
* Afirmar que el infierno es intrahistórico (o sea la suma de todas
las injusticias dadas en el mundo) supone entrar en una peligrosa
dinámica de “no responsabilidad personal” habida en una concepción de
“pecado estructural” donde nadie es realmente culpable y todo es causa
del devenir mismo de la historia. Es evidente que las injusticias
humanas son un reflejo del infierno eterno, pues precisamente los
pecados personales que causan esas injusticias son los que pueden llevar
a sus responsables al infierno si no se arrepienten antes de morir. O
sea que esta afirmación supone un RESPALDO moral a los pecadores más
impenitentes. Como bien dijo el Padre Santiago Martín en TV (aquel
precioso programa matutino dominical): “negar la existencia del infierno
eterno es una ofensa contra los pobres y oprimidos”. Pues si muchos
pecadores supieran que pueden condenarse, quizás por ese temor dejarían
de acometer tantas injusticias.
* Afirmar que el infierno es “personal” equivale a sustituir la
religión por la psicología. O sea un infierno personal es aquel estado
de ánimo tan deficiente que hace la vida humana insoportable. Y,
volviendo al caso anterior, de nuevo se elimina la responsabilidad moral
y se basa todo en la curación por la vía de la medicina. Claro que de
nuevo vemos un reflejo del infierno real en estas situaciones de
desesperación, pero el remedio a las mismas pasa por el sacramento de la
confesión que lleva implícito el reconocimiento del pecado como opción
libre que ha podido causar todos los males somáticos.
Desde aquí, desde rebatir con rigurosidad los argumentos modernistas,
creo que se puede asumir mucho mejor, hoy día, la existencia del
infierno:
- El infierno está “habitado” por los ángeles condenados y por las almas que libremente han rechazado a Dios.
- El infierno es eterno, y si bien hay reflejos del mismo en el
mundo, no puede compararse a ninguna situación humana ya que toda
tragedia histórica tiene fecha de caducidad mientras que el infierno
está fuera del tiempo, pues es eterno.
- El infierno no es destino deseado por Dios para nadie. Pues Dios
quiere que todos se salven (Pablo a 1Timoteo 2, 3-4), pero respeta
nuestra libertad porque no quiere esclavos sino amigos. El alma que se
condena se ha labrado a si mismo el destino eterno. Lean a Mateo 25
(juicio final).
El “Santo Temor de Dios” es un DON del Espíritu Santo, que incluye el
temor a ofender a quien tanto nos ama (Dios) como el temor a
condenarse. Si bien es verdad que la perfección (a la que hay que
tender) es actuar bien por AMOR a Dios, no es menos cierto que el camino
del verdadero AMOR se puede iniciar desde el Temor que es principio de
la Sabiduría como enseña la Biblia.
En conclusión: las teorías progre-modernistas de la existencia del
Infierno son….valga la redundancia…sutilmente diabólicas, pues hacen el
juego a Satanás al sembrar la confusión en las conciencias. Y estas
teorías hay que DENUNCIARLAS con toda claridad para reducir, por CARIDAD
FRATERNA, los nocivos efectos morales de las mismas.
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