«Me alegra acogeros en esta, que es mi primera audiencia general», ha
dicho el papa Francisco a los miles de fieles que llenaban la Plaza de
San Pedro para participar en la primera catequesis del Obispo de Roma.
«Con gratitud y veneración recojo el 'testigo' de las manos de mi amado
predecesor, el papa Benedicto XVI». El Santo Padre ha exhortado a la
Iglesia a imitar a Cristo y salir en busca de aquellos que se han
alejado del Señor para llevarles «la luz y la alegría de nuestra fe».
Fuente InfoCatólica
(VIS) «Pero –se ha preguntado el Papa– ¿Qué quiere
decir para nosotros vivir la Semana Santa? y «¿Qué significa seguir a
Jesús en su camino en el Calvario hacia la Cruz y la Resurrección?» .
«En su misión terrenal Jesús recorrió los caminos de Tierra Santa; llamó
a doce personas sencillas para que permanecieran con él, compartiesen
su camino y continuasen su misión(...); habló a todos, sin distinción, a los grandes y los pequeños... a los poderosos y los débiles; trajo la misericordia y el perdón de Dios; curó, consoló, comprendió; dio esperanza.
Trajo a todos la presencia de Dios que se interesa por cada hombre y
mujer, como hacen un buen padre y una buena madre por cada uno de sus
hijos».
«Dios –ha subrayado Francisco– no esperó a que fuéramos a Él, fue Él quien vino hacia nosotros(...).
Jesús vivió la realidad cotidiana de la gente común (...) lloró cuando
vio cómo sufrían Marta y María por la muerte de su hermano Lázaro (...)
vivió también la traición de un amigo. En Cristo, Dios nos ha dado la seguridad de que él está con nosotros, en medio de nosotros...
Jesús no tiene casa porque su casa es la gente: somos nosotros; su
misión es abrir a todos las puertas de Dios, ser la presencia amorosa de
Dios».
En Semana Santa vivimos «la cumbre ... de este plan de amor que corre
a través de toda la historia de la relación entre Dios y la humanidad. Jesús
entra en Jerusalén para dar el paso final, que resume toda su
existencia: se entrega totalmente, no conserva nada para sí mismo, ni
siquiera su vida. En la Última Cena, con sus amigos, comparte
el pan y distribuye el cáliz «para nosotros». El Hijo de Dios se ofrece a
nosotros, pone en nuestras manos su Cuerpo y su Sangre para estar con
nosotros siempre ... Y en el huerto de los Olivos, al igual que en el
juicio ante Pilatos, no opone resistencia: se entrega».
Ahora bien «Jesús no vive este amor que lleva al sacrificio
pasivamente o como un destino fatal, y desde luego no oculta su profunda
turbación humana ante la muerte violenta, pero se entrega con plena confianza al Padre (...) para demostrar su amor por nosotros. Cada uno puede decir: Jesús me ha amado y se ha entregado por mí: por mí».
«¿Qué significa todo esto para nosotros? Significa que este camino es
el mío, el tuyo y el nuestro. Vivir la Semana Santa, según Jesús, no
sólo con un corazón emocionado, es aprender a salir de nosotros mismos
(..) para salir al encuentro de los demás, para ir a las afueras de la
existencia; ser los primeros en movernos hacia nuestro hermanos y hermanas, especialmente los que están lejos, los que han sido olvidados, los que están más necesitados de comprensión, consuelo y ayuda».
Vivir la Semana Santa es «entrar cada vez más en la lógica de Dios,
en la lógica de la Cruz, que no es en primer lugar la del dolor y la
muerte, sino la del amor y de la entrega que da vida. Es entrar en la
lógica del Evangelio. Seguir a Cristo, acompañarlo, permanecer con él
requiere un «salir» de nosotros mismos, de una manera rutinaria de vivir
la fe ; de la tentación de encerrarse en unos esquemas que terminan cerrando el horizonte a la acción creadora de Dios.
Dios salió de sí mismo para venir en medio de nosotros (...) para traer
la misericordia (...) que salva y da esperanza. Incluso si queremos
seguirlo y permanecer con él, no hay que contentarse con
permanecer en el recinto de las noventa y nueve ovejas tenemos que salir
para buscar con Él él la oveja perdida, la más lejana».
«A menudo –ha observado– nos conformamos con algunas
oraciones, una misa dominical distraída y no constante, un acto de
caridad, pero no tenemos el coraje de «salir» para llevar a Cristo.
Somos un poco como San Pedro. Tan pronto como Jesús habla de la pasión,
muerte y resurrección, de entrega, de amor a todos, el Apóstol le lleva
aparte y lo reprende. Lo que Jesús dice altera sus planes, es
inaceptable, pone en crisis la seguridad que él había construido, su
idea del Mesías. Y Jesús (...) dirige a Pedro una de las más duras
palabras del Evangelio: «Va detrás de mí, Satanás! Porque tu no piensas
como Dios, sino como los hombres. Dios piensa con misericordia ... como
un padre que espera el regreso de su hijo y va a su encuentro, lo ve
venir cuando todavía está muy lejos ... ...señal de que lo esperaba
todos los días en la terraza de su casa... Dios piensa como el
samaritano que no pasa al lado del desgraciado compaciéndolo, sino
socorriéndolo sin pedir nada a cambio, sin preguntar si era judío,
samaritano, rico o pobre»,
«La Semana Santa –ha concluido Francisco– es un tiempo de gracia que el Señor nos da para abrir las puertas de nuestros corazones,
de nuestra vida, de nuestras parroquias, de los movimientos, de las
asociaciones, y salir al encuentro de los demás, acercarnos a ellos para
llevar la luz y la alegría de nuestra fe. ¡Salir siempre con el amor y
la ternura de Dios».
Después de la catequesis y de los resúmenes en las diversas lenguas a
cargo de los lectores, el Papa saludó a todos y, hablando en italiano se
dirigió, entre otros, a los universitarios que participan en el
encuentro internacional promovido por la Prelatura del Opus Dei,
dándoles las gracias por sus oraciones y afecto al Papa. «Con vuestra
presencia en el mundo universitario –dijo– cada uno de vosotros realice
lo que deseaba San Josemaría Escrivá: “Es, en medio de las cosas más
materiales de la tierra, donde debemos santificarnos, sirviendo a Dios y
a todos los hombres”».